Esta roca que hoy disfrutas vio crecer a los doce hijos de la Bogotanisima familia Torres Hernández, tan Bogotana como un papá Santandereano y una mamá Paisa-Caleña, tan Bogotana como los fríjoles del calenta’o, o los locos maíces de muchos colores de nuestras arepas.

Hace doce años, la roca tomó forma de casona, y desde allí esos doce hijos fueron buscando rumbos distintos. Algunos de ellos los verá aquí, y otros desde otras tierras y desde el mismo cielo, son parte de este lugar que abrimos hoy para ti.

Con una ubicación privilegiada a tan solo 4 minutos de la carrera 7ma con calle 127 C, encontrarás una atmósfera completamente natural, campestre y con una vista inigualable de la ciudad capitalina.

Celebra y comparte tus mejores momentos a 9000 pies de altura sin salir de la ciudad.

Esta casa, llena de recovecos, animales y espejos de agua, está hecha de la roca de la misma montaña; se alimenta del calor de sus faldas, y toda el agua viene de debajo de sus piedras. Está hecha para abarcar a muchos, y por mucho tiempo.

Como los doce hijos, ahora otros niños persiguen a las gallinas y a los conejos, y se meten al agua limpia y fresca de cabeza… sin tener para ello que vivir trancones eternos.

Nos encanta saber que muchos otros ahora pueden disfrutar de la vista, porque es más bonita cuando hay con quien sentarse a verla.

Y si se encuentra con una señora que se derrite con los niños y los bebés, ésa que se lleva a sus hijos y les da dulces, la que parece que hablara el idioma secreto de los pequeños: ella es la madre de los doce, la abuela de otros tantos, que pudo con 12 y ahora recibe a muchos más.